De Conducir Camiones a Cambiar Vidas

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Cuando los choferes de la compañía de camiones Estes llegaron a Puerto Rico, poco se imaginaron que el desastre cambiaría sus vidas. Como si llevar artículos de primera necesidad a las comunidades devastadas no fuese suficientemente difícil, el equipo se topó de frente con un reto inesperado: traer la esperanza y un sentido de normalidad a los niños desplazados.

Tras ser testigos de la destrucción que causó el huracán María, algo inspiró al equipo de choferes a ir más allá de sus tareas de logística. Al preguntar en las comunidades por otras maneras para ayudar a los sobrevivientes, se enteraron de que varios hogares de niños necesitaban reparaciones de construcción. El plan era sencillo: conseguir el apoyo de la compañía y dedicar la mayor parte de su tiempo libre en completar la misión

Five men rebuild a play set for childrenCamioneros de todas partes de los Estados Unidos unieron fuerzas para atender las necesidades de dos entidades con base de fe y sin fines de lucro: el Hogar Infantil Santa Teresita del Niño Jesús en Arecibo (para niños de 3-7 años de edad) y el Hogar Escuela Sor María Rafaela en Bayamón (para niñas de 8-18 años de edad).

“Todos los muchachos querían venir a ayudar,” dijo Matt Niemaseck de Richmond, VA, el líder del equipo de Arecibo. “Pasamos todos nuestros días libres trabajando aquí. Pintamos, reparamos la verja, lavamos los juguetes con máquina de presión, recogimos todos los escombros y ahora estamos construyendo una casa de juego. Pero hay mucho más por hacer.”

Durante nuestra conversación, el equipo aprovechó la oportunidad para bromear con el compañero Alan Frick a quien le tomó tres días reparar la puerta hidráulica del hogar, pero lo más importante son sus buenas intenciones. Frick sólo sonrío, ignoró los chistes y me mostró una foto de Cayey; un perro callejero que rescató de las calles y que se llevará de regreso a su casa en Chicago.

“Usualmente empiezan a trabajar desde las 6 a.m., hasta bajo la lluvia y estamos muy agradecidos,” dijo Melva Arbelo, directora del Hogar Infantil Santa Teresita del Niño Jesús. “El ‘support’ ha sido bastante fuerte y bastante necesario. Aquí somos pocos, somos todas mujeres y estas manos que han llegado aquí han sido una bendición. Los niños están fascinados con ellos. Ahora son parte de nuestra familia."

A una hora de Bayamón, otro equipo de Estes liderado por Steve White de Seattle, WA, reconstruye el techo de una glorieta en el Hogar Escuela Sor María Rafaela. Su compromiso es evidente en cada paso cuidadoso de su tarea. “Muchos de los muchachos vieron la destrucción y querían hacer algo al respecto,” dijo White. “Algunos de ellos tienen conocimiento en construcción y nos asistieron en las tareas mayores.”

La Hermana Nélida (Nelly) González, directora del hogar, solo usa palabras amables para los hombres que hacen una diferencia. “Estamos encantados. Han sido un equipo magnífico.”

Seven men and one woman stand behind seven brand new bicyclesComo parte de su contribución, el equipo donó una lavadora, secadora, nevera nueva y dos televisores; también reconstruyeron el área de lavado de ropa, dos áreas exteriores adicionales y recogieron los escombros.

“Nosotros no teníamos dinero para hacer eso,” dijo la Hermana Nelly. “Las niñas se han motivado a aprender el inglés porque han visto la necesidad de hablar el idioma. Los choferes no sabían decir ni ‘gracias’ en español y ahora están aprendiendo.”

 

Una camioneta toca bocina al llegar al hogar. Sonriendo como niños, los hombres ayudan a bajar unas bicicletas nuevas que compraron con sus donaciones personales, una sorpresa que descubrirán los niños cuando regresen de la escuela. Otra acción que habla mucho más que las palabras.

Los choferes dijeron que es la primera vez que se sienten inspirados a hacer trabajo comunitario. Sin embargo, todos están de acuerdo en que no será la última vez. Aunque el esfuerzo se puede cuantificar en más de 40 trabajadores brindando 6,400 horas de su tiempo— financiados por una donación corporativa de $20,000 para materiales y sobre $4,000 en contribuciones personales — la alegría es incalculable.

La risa de los niños, la gratitud de aquellos que trabajaron en ambos hogares y la inmensa satisfacción de dejar una huella indeleble en tantas vidas será un recordatorio constante de que cada desastre trae oportunidades para renovar la fe en la humanidad.

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